SOY INMUNÓLOGA: ESTO ES LO QUE (CASI) NUNCA COMO Y NO OS CONTÓ LA MICROBIÓLOGA
Como inmunóloga, soy muy consciente de cómo lo que comemos (y bebemos) influye en nuestro sistema inmunitario. Tengo un plato de comida delante y puedo visualizar lo que les va a pasar a mis linfocitos cuando lo haya digerido. Lo sé, es una maldición. No es que siga a rajatabla los mandatos de mi cerebro inmunológico el 100% del tiempo: en ciertas ocasiones especiales lo mando callar. Pero hay una lista de 5 “alimentos” que evito en mi vida cotidiana:
1) Bebidas azucaradas y alcohólicas
El problema con las bebidas azucaradas es que contienen eso, mucho azúcar. Uno puede asimilar el azúcar sin que le haga daño si lo toma en dosis pequeñas (que es como lo debían tomar nuestros antepasados). Pero si ingerimos mucho de una vez, nuestro cuerpo tiene problemas asimilándolo y se desencadenan varios mecanismos que no os voy a detallar, pero cuyo resultado final es algo de lo que huyo como de la peste: inflamación. Anteriormente os conté más en detalle todas las maldades que puede hacernos la inflamación que no está directamente relacionada con una infección o con torcernos un tobillo. Con el alcohol pasa algo parecido al azúcar: si tomamos demasiado de una vez, nuestro hígado tiene problemas asimilándolo, y esto directamente reduce nuestras defensas.
2) Mezclas dulce + grasa
Sí, sí, me refiero al helado, el cheesecake, y un largo etcétera de tentaciones que nos susurran desde los refrigeradores y congeladores del supermercado. Por una parte, estas mezclas contienen muy poquita proteína, y uno debería ingerir siempre una cantidad determinada de proteína con cada comida si quiere mantener al sistema inmunitario alerta. Además, este tipo de mezcla, aunque sea muy apetecible al hacernos producir endorfinas (lo que los americanos llaman “comfort food”), en realidad es un engaño. No deberíamos producir endorfinas de manera tan cómoda. Nuestro organismo está diseñado para producir endorfinas cuando practicamos ejercicio físico intenso (que, por cierto, si se practica con moderación, es una manera buenísima de robustecer el sistema inmunitario). Así que el daño es doble: te metes al cuerpo una mezcla que altera tus defensas, y encima lo engañas con endorfinas “low cost”.
3) Frutas muy dulces
Hablamos de la sandía, las uvas o las nectarinas, por poner algunos ejemplos. Son sacos de fructosa, que sólo puede ser procesada por el hígado. El hígado es un órgano muy importante con varias funciones en el organismo, y saturarlo con fructosa lleva asociados dos problemas. El primero es que, si recibe mucha fructosa de una vez, este órgano la procesa almacenando grasa. La acumulación de grasa en el hígado resulta en inflamación y, además, interfiere con las funciones de este órgano relacionadas con la inmunidad (por ejemplo, la prevención de la autoinmunidad). Ojo, no excluyo todas las frutas. Son muy recomendables las bayas (como arándanos, grosellas o fresas), cargadas de antioxidantes y vitamina C que sí cuidan a los linfocitos.
4) Pescado congelado preparado
Palitos de merluza, calamares a la romana, pescado empanado, son tipos de productos que no entiendo. Contienen gran cantidad de pan en la masa que rodea al (poco) pescado. El pan absorbe el aceite de freír y resulta en una mezcla carbohidratos-grasa semejante a la del segundo punto. Con lo fácil que es comprar el pescado tal cual, sin empanar, y rebozarlo con una fina capa de harina mientras se calienta el aceite, resultando en un plato mucho más sano e igual de apetecible.
5) Yogures del supermercado
Estos tampoco los entiendo. Si han llegado a ver alguna bacteria, pocas están vivas, a excepción de las de algunos, a los que añaden una cantidad importante de azúcar para enmascarar el sabor ácido. O sea que, en definitiva, estos últimos son bebidas azucaradas. En efecto, la mayoría de los yogures vienen con todo tipo de añadiduras dulces. A veces es difícil encontrar, en toda la abigarrada estantería de los yogures, uno que no esté edulcorado de algún modo. Si quieres tomar un alimento probiótico que de verdad active tus defensas, lo siento mucho, pero te lo tendrás que preparar en casa. El más sencillo es el famoso kéfir que preparaban nuestras madres y parecemos haber olvidado.
Por supuesto, en ocasiones especiales, hago una excepción y me bebo una copita o me como un trozo de pastel. Pero son eso, ocasiones especiales. En mi vida cotidiana evito ingerir estos cinco tipos de productos y, de verdad, no es ningún drama. Hay muchos otros alimentos deliciosos que los pueden sustituir sin fastidiar nuestra inmunidad.