CAMINO HACIA UNA VACUNA CONTRA CUALQUIER CORONAVIRUS O GRIPE
Con la pandemia de covid-19 se ha hizo patente que teníamos una asignatura pendiente en lo que a vacunas se refiere. El proceso de elaboración era largo, costoso, y no hubieran llegado a tiempo de no haberse apostado por la técnica del ARNm. Pero las vacunas de ARNm, aunque han tenido un valor enorme, no son la solución a largo plazo en su versión actual. El efecto dura poco y, peor aún, nuestro sistema inmunitario se queda “fijado” con la primera versión de la vacuna que nos inoculan. Aunque el virus mute, y con él la vacuna, la protección ya no es tan buena. Necesitamos vacunas que nos protejan de cualquier versión del SARS-CoV-2 que nos pueda atacar en el futuro. Y, ya puestos, lo mismo para la gripe. Pero ¿qué tienen en común el coronavirus y la gripe? Pues que los dos nos atacan a través de las vías respiratorias, área cuya inmunidad difiere del resto del cuerpo.
Por qué es tan difícil desarrollar vacunas contra virus respiratorios
La principal diferencia entre las vías respiratorias y otros órganos es que la mucosa que las recubre se encuentra dividida en varios compartimentos estancos y diferenciados, cada uno con su propia inmunidad:
1) La zona del lagrimal y el ojo;
2) La zona de la nariz y la faringe;
3) La zona de los bronquios;
4) Los pulmones.
Cada uno de estos compartimentos interacciona de forma distinta con los patógenos y tiene distintos umbrales de tolerancia hacia ellos. No es lo mismo tener un virus en la nariz que en el pulmón. En el pulmón, la respuesta inmunitaria es mucho más drástica, ya que no podemos permitir que el virus se reproduzca ahí. Sin embargo, la nariz está acostumbrada a convivir con distintos tipos de virus durante el año, y existe una cierta “tolerancia”, sobre todo a aquellos que percibe como menos peligrosos. La mucosa de la nariz está continuamente decidiendo entre atacar a un patógeno, o dejarlo estar porque sería peor para nuestro organismo el daño causado por una batalla campal respecto al que pueda causarnos el microorganismo. Los anticuerpos más frecuentes en las mucosas (que, por cierto, ocupan una superficie de ¡entre 27.000 y 37.000 cm2!) son del tipo IgA. No es de extrañar, pues, que un 65-70% de las inmunoglobulinas del cuerpo sean IgA. Esto resalta la importancia de buscar vacunas más eficientes que las que tenemos ahora. Una posible vía sería la administración nasal, que potencialmente produce directamente IgA. Pero, como ya os comenté en un artículo anterior, el desarrollo de este tipo de vacunas va más lento de lo esperado, y no sin contratiempos.
Así que nos vemos obligados a pensar en otras estrategias más eficaces de vacunación. La vacuna de la gripe, por ejemplo, se administra de manera anual a personas mayores y contiene la variante que está en circulación, lo cual es costoso y además a veces falla, porque la variante que finalmente predomina no es la que se ha utilizado para desarrollar la vacuna. Respecto al SARS-CoV-2, pues ya hemos visto lo que pasa: las vacunas de ARNm han sido una gran solución que ha salvado incontables vidas, pero ahora nos vemos ante la coyuntura de tener que ir adaptándola cada año, como se hace con la gripe, y surgen cada vez más dudas de que este sistema vaya a funcionar bien (https://canelles.substack.com/p/futuras-dosis-de-vacunas-covid-19). Todo esto nos lleva a la conclusión de que debemos dar el salto a desarrollar una vacuna única que nos valga para todas las posibles variaciones de un determinado virus respiratorio (por ejemplo, los coronavirus o la gripe). Serían las llamadas pan-vacunas, en las cuales se está trabajando muy activamente. Tanto, que recientemente se han obtenido resultados prometedores en animales para ambos virus, que os detallo a continuación.
Vacuna pan-gripe
La verdad es que, observando el enorme salto tecnológico de los últimos tres años con la pandemia de coronavirus, da un poco de vergüenza mirar atrás y estudiar la evolución de la vacuna de la gripe. Bueno, la “no evolución”, porque no ha surgido ninguna novedad desde 1957, cuando se desarrolló la vacuna que se administra actualmente que, por cierto, no confiere protección duradera. Y no sólo eso: su efectividad es tan baja que oscila entre un 14 y un 60% según el año. En general, en los últimos 50 años se ha tenido poco éxito en la producción de vacunas contra virus respiratorios. Una de las razones es el tema de la tolerancia en las mucosas del que hablábamos antes, pero otra es que las más difíciles se han quedado para el final. En el caso de las paperas, la rubeola y el sarampión se pudo producir una vacuna sin mayor dificultad porque la inmunidad dura toda la vida. Las proteínas de estos virus son menos plásticas, es decir, resisten menos mutaciones sin perder viabilidad. En cambio, los virus de la gripe y los coronavirus admiten más mutaciones manteniendo la capacidad de infectar, por eso la inmunidad producida por una vacuna conteniendo una cepa determinada no es duradera. De ahí que se estén acelerando los esfuerzos por producir una vacuna pan-gripe que nos proteja de cualquier cepa que pueda surgir.
En esta dirección van los datos publicados recientemente en la revista Science por un grupo de Filadelfia (EEUU). Utilizando la misma plataforma de las vacunas de ARNm contra covid-19, los autores del estudio crearon una vacuna conteniendo antígenos (trocitos especialmente inmunogénicos) de hemaglutinina, la proteína de la gripe equivalente a la Spike del coronavirus. Seleccionaron antígenos de 20 cepas de gripe A y B y en primer lugar crearon 20 vacunas diferentes, comprobando que protegían a los ratones de las respectivas cepas en las que se habían basado. Luego juntaron los 20 antígenos en una sola vacuna. Esta protegió a ratones y hurones de múltiples cepas de gripe, incluso de las que no estaban en la vacuna. Y ¿por qué hurones? Pues porque estos pequeños mamíferos son susceptibles al virus de la gripe humana, por eso son un mejor modelo para la gripe que el ratón.
Vacuna pan-coronavirus
En el frente de las vacunas pan-coronavirus tenemos otro reciente soplo de esperanza, también publicado en Science, esta vez por un grupo chino. Los autores comenzaron por estudiar la evolución del SARS-CoV-2, analizando más de 11 millones de secuencias. Como resultado de este análisis observaron algo que ya sospechábamos: las mutaciones no aparecen aleatoriamente, sino que casi siempre confieren al virus mayor infectividad o bien mayor evasión inmune. Después, entre estas, seleccionan 2675 secuencias anteriores a Delta y crearon un antígeno pan-vacuna conteniendo los residuos más conservados. Cuando se administraron a los ratones una vacuna de proteína (del tipo de la de Novavax) conteniendo este antígeno, les confirió más resistencia a variantes posteriores a Delta que el antígeno de la cepa original de Wuhan. Cuando se administraba una vacuna heteróloga (es decir, una primera dosis de la variante original y una segunda dosis con la pan-vacuna), esta combinación evitaba la muerte por una dosis letal de ómicron, cosa que no ocurría con ratones vacunados solo con la cepa original.
En el caso de las dos vacunas, ahora queda seguir subiendo en la escala de animales hasta llegar a los humanos. Por supuesto, lo que ha funcionado en ratones y hurones puede no funcionar en macacos y humanos, pero no dejan de ser avances ilusionantes. Serían buenísimas noticias que, tras la revolución de las vacunas de ARNm viniera la de las pan-vacunas. Seguiremos atentos con los dedos cruzados.