LA CIENCIA DA LA RAZÓN A LAS ABUELAS: CALIENTA TU NARIZ PARA MANTENER LOS VIRUS A RAYA
Todos hemos ignorado alguna vez la obsesión de las abuelas con que “no salgas al frío que te acatarras seguro”, para luego arrepentirnos. Bueno, pues parece que ya se ha demostrado por qué ellas tienen razón. Es bien sabido que nuestra nariz es la principal vía de entrada de los virus respiratorios. Pero, según un reciente estudio de un grupo de Boston (EEUU), lo que pasa después con ella determina si enfermamos o no.
¿Por qué es tan importante la nariz?
Para poder entender el estudio en cuestión, primero debemos saber a grandes rasgos cómo funciona la inmunidad. En los vertebrados, el sistema inmunitario se divide en dos ramas, una heredada de nuestros ancestros (inmunidad “innata”) y otra más sofisticada (la “adquirida”) que nos permite ir un paso más allá en cuestiones de defensa. La inmunidad innata es equivalente a la policía de fronteras: se encuentra en las zonas por donde entran los patógenos y los destruye antes de que puedan dañar nuestros tejidos. Si falla este mecanismo, la cosa se pone más seria, el virus se adentra en el organismo y se necesita al equivalente al ejército: la inmunidad adquirida. Este tipo de inmunidad es más lenta, más sofisticada y guarda memoria de los patógenos que nos han atacado, de modo que cuando los ve de nuevo los recuerda y sabe cómo los debe destruir. Pero, al ser más lenta, a veces llega demasiado tarde y no puede evitar que enfermemos con mayor o menor gravedad, sobre todo la primera vez que nos ataca un patógeno.
Es normal que la inmunidad innata esté más reforzada en la nariz. Con el aire que respiramos pueden entrar microbios que nos harán enfermar si no los eliminamos rápido. Por tanto, en la mucosa de la nariz (el tejido que la recubre por dentro) habita un destacamento de “policía de fronteras”, es decir, células del sistema inmunitario innato a las que nos hemos referido antes. Estas células están al acecho de los patógenos que entran con el aire que respiramos. Los estudios sobre la inmunidad de mucosas constituyen una floreciente rama de la inmunología: el artículo que hoy comento es un buen ejemplo.
¿Cómo nos defiende la nariz de los virus?
Los autores del estudio que nos ocupa se plantearon investigar cómo funciona este mecanismo de defensa y qué factores lo afectan. Pues bien, lo primero que observaron es que estas células inmunes son capaces de detectar a los virus que, habiendo entrado con el aire, se están intentando adherir a la mucosa. Hacia ellos, actuando a modo de policías antidisturbios, lanzan nubes de unas pequeñas bolitas llamadas “vesículas”. Estas vesículas muestran en su exterior las proteínas, llamadas receptores, a las que se une el virus para entrar dentro de las células. Por ejemplo, en el caso del SARS-CoV-2 esa proteína sería ACE2. Pues bien, las vesículas actúan como señuelo, que engaña al virus y previene que este ataque a las verdaderas células. Así, los virus se pegan a estas bolitas pensando que son células, pero las vesículas no están unidas a la mucosa, y por tanto las expulsamos (junto al virus) con el aire o la mucosidad. Por lógica, cuantas más vesículas lancen nuestras células inmunes, menos virus nos podrán atacar con éxito. Pues bien, los científicos recordaron a las abuelas y se preguntaron si la temperatura ambiente podría tener un efecto sobre esta actividad defensiva. Para poder contestar a esta pregunta, utilizaron tanto cultivos celulares como muestras reales de mucosa de nariz procedentes de operaciones quirúrgicas. Los “bombardearon” con virus de los que producen catarros, a diferentes temperaturas ambiente. Para elegir las temperaturas, primero analizaron cuánto baja la temperatura del interior de nuestra nariz al disminuir la temperatura externa. Y observaron que, al bajar la temperatura externa desde 23,3ºC hasta 4,3ºC, el interior de la nariz se enfría unos 5ºC. Por tanto, este es el descenso de temperatura que aplicaron a las muestras de laboratorio, partiendo de la temperatura habitual. Y lo que observaron confirmó la sabiduría popular. En las mucosas de laboratorio se generaban menos vesículas (y estas contenían menos receptores en la superficie), al descender la temperatura. En estas condiciones, los virus campaban a sus anchas y podían atacar a las verdaderas células.
Figura 1.- Esquema del artículo. Fuente: https://www.jacionline.org/article/S0091-6749(22)01423-3/fulltext
¿Y cómo se aplica esto en la vida real?
Estos resultados también afectan nuestra percepción sobre cómo las peores oleadas de covid se han dado en temporadas invernales. Pensamos que es porque cuando hace frío frecuentamos más los espacios cerrados. Pero por lo visto no es sólo eso: después salimos al frío con nuestra nariz repleta de virus y estos aprovechan la ocasión para aposentarse en nuestras mucosas y comenzar a destruir células. Lo mismo se aplicaría para el resto de los virus que circulan en invierno.
Así que, ahora que llegan los fríos, habrá que mantener la nariz bien calentita para que los virus no nos traigan de cabeza. Y no estaría de más pensar en financiar más estudios basados en la sabiduría ancestral de las abuelas. Ellas no han estudiado inmunología pero, por lo que se ve, no les hace tanta falta.