De todos es sabido (y más tras la pandemia) que nuestro sistema inmunitario es el encargado de destruir a los patógenos, tanto a las puertas de nuestro organismo como cuando se nos meten “hasta la cocina”. Además, mantiene a raya a nuestro enemigo interno número 1, el cáncer. Ahora estamos comenzando a comprender qué papel juega el cerebro en esta continua lucha contra los agresores externos e internos.
Todo comienza en la garganta
En España, si a uno no le han extirpado las amígdalas, seguro que conoce a alguien a quien sí. Se trata de dos masas de tejido que se encuentran bajo el paladar, a la entrada de la garganta. Este es sin duda un lugar estratégico, ya que está en contacto con todo aquello que entra por nuestra boca o nariz. Durante mucho tiempo, lo único que se sabía sobre ellas es que duelen y se inflaman cuando tenemos una infección de garganta. Por eso a muchos niños se les extirpan cuando encadenan muchas infecciones, en una operación llamada “amigdalectomía”. Ahora sabemos que, en realidad, las amígdalas son parte del sistema inmunitario, con una estructura similar a un nódulo linfático, por eso se inflaman ante una infección. Y también se ha descubierto ahora que, en su ubicación estratégica, estas glándulas cumplen otras funciones importantes en la defensa del organismo.
La autopista hacia el cerebro
Una de las cuestiones que mantienen entretenidos a los neurobiólogos es cómo nuestro cerebro interacciona con el resto del cuerpo para mantenernos sanos, es decir, la interacción cerebro-sistema inmunitario. En esta línea se han publicado recientemente dos artículos que arrojan luz sobre la cuestión. En primer lugar, hablaremos sobre la captación de información; es decir, cómo y cuándo se entera el cerebro de que estamos siendo atacados por un patógeno.
Hasta hace poco, el consenso era que la información sobre infecciones llegaba al cerebro por la sangre, en forma de prostaglandinas, unas moléculas segregadas por los linfocitos. Esta es una vía bastante lenta y, además por este medio el cerebro sabe que tenemos una infección, pero no dónde. De hecho, dos medicamentos que se prescriben habitualmente para infecciones respiratorias, la aspirina y el ibuprofeno, precisamente suprimen la secreción de prostaglandinas.
Pues bien, ahora un artículo publicado en Nature nos muestra que no sólo son las prostaglandinas quienes avisan al cerebro, al menos desde la garganta. Los investigadores han encontrado unas neuronas que, partiendo del cerebro, tienen terminaciones en las amígdalas. Cuando los virus entran en la garganta, activan las células inmunes para producir prostaglandinas y al mismo tiempo, al percibir tumulto en la garganta, estas neuronas avisan al cerebro inmediatamente de que allí se cuece una infección. Es como si las prostaglandinas tuvieran que trasladarse en transporte público, mientras que las neuronas llevan la información por autopista. Y no todo queda ahí: en cuanto el cerebro recibe la información, sobre todo si se trata de una gripe, nos hace sentirnos cansados y con dolores de todo tipo, para que “paremos el carro”, reposemos y permitamos a nuestro sistema inmunitario acabar con la infección. Una cuestión interesante que surge con estos datos es si será algo específico de las amígdalas, o el cerebro tendrá “autopistas” de este tipo en otras partes del cuerpo. Lo más probable es que este no sea un caso único.
Pero ¿y la comunicación desde el cerebro?
Vemos que el cerebro tiene sus vías rápidas para obtener información del sistema inmunitario sobre agresores que pueden poner en peligro nuestra salud. Pero ¿es igual de eficiente dando órdenes al sistema inmunitario? Pues parece que sí, que algo tiene que decir, y no sólo en infecciones respiratorias, sino en otros tipos de enfermedades como las coronarias o el cáncer. Es lo que demuestran varios artículos recientes. En dos de ellos, estimularon la zona del pensamiento positivo del cerebro en ratas. Esta zona se encuentra en el hipotálamo y se puede activar mediante ingeniería genética. Pues bien, al hacerlo se observó que el sistema inmunitario era capaz de reducir las secuelas de un infarto o el tamaño de un tumor.
Imagen sacada del artículo “Modulation of anti-tumor immunity by the brain’s reward system” mostrando el descenso en el tamaño de los tumores, facilitado por los pensamientos positivos.
En conclusión, no debemos validar a pies juntillas todas las creencias populares, pero sí contrastarlas experimentalmente. Por una parte, aunque se dice que una persona sin amígdalas es capaz también de combatir las infecciones, queda por ver si lo hace igual de eficazmente. Mi impresión, en base a los últimos datos, es que la persona sin amígdalas va a tardar más en reaccionar a una infección respiratoria y será más fácil que acabe tomando antibióticos. Por otra parte, la creencia de que un drama en nuestra vida es capaz de empeorar un infarto o avivar el cáncer, quizá encierra más verdad de lo que pensamos. Seguiremos aprendiendo sobre nuestro cerebro y el sistema inmunitario. Entretanto, reposar cuando uno está enfermo, entre otras cosas para evitar que nos corten la autopista de las amígdalas al cerebro. Y ejercitar el pensamiento positivo con un viaje, un buen paseo o una buena película de risa para ayudar a nuestro sistema inmunitario a mantener a raya a los enemigos internos.
Gracias por contar tan bien las cosas. Resulta muy interesante conocer así un poco más de todo lo que sabéis.
Hola, buen artículo. Hemos citado y recogido parte del post en el siguiente: https://estilo.substack.com/p/como-podemos-proteger-nuestro-cerebro
Seguís publicando?